¿Como es que vamos todo
el día “con el turbo puesto” y apenas tenemos tiempo para nada?
El mundo rápido en el que vivimos nos ofrece un billete de ida hacia
la extenuación. Para el planeta y para quienes lo habitamos. Pero
¿existe otra manera de vivir, más plenamente? Sí, la hay y te
proponemos que te unas a su pequeña gran revolución, silenciosa y
sosegada.
Mientras el resto del mundo sigue
rugiendo, una amplia y creciente minoría está inclinándose por no
vivir con el motor acelerado al máximo. En cada actividad humana
imaginable, desde el sexo, el trabajo y el ejercicio hasta la
alimentación, la medicina y el diseño urbano, esos rebeldes hacen
lo impensable: crear espacio para la lentitud. Y una buena noticia es
que la desaceleración surte efecto. Resulta que hacer las cosas más
despacio suele significar hacerlas mejor: salud, trabajo, familia,
cocina, sexo... Todo mejor cuando se prescinde del apresuramiento.
Pero el movimiento Slow no se propone hacer las cosas a paso de
tortuga. La filosofía de la lentitud podrá resumirse en una sola
palabra: equilibrio. Actuar con rapidez cuando tiene sentido hacerlo,
y ser lento cuando la lentitud es lo más conveniente. Ser Slow
significa que uno controla los ritmos de su vida y decide qué
celeridad conviene en un determinado contexto, reivindicando el
derecho a establecer nuestros propios tempos. Afirman que podemos
vivir mejor si consumimos, fabricamos y trabajamos a un ritmo más
razonable.
Carl Honoré