La verdadera riqueza es tener tiempo. El dinero que se gasta o pierde cabe la posibilidad de reponerlo pero las horas entregadas no admiten devolución. Por eso, el bien más preciado es nuestro propio tiempo.
Nos pasamos por la vida sin mirar, y cuando miramos, lo hacemos siempre hacia el mismo sitio. Centramos nuestra atención en las mismas cosas. Siempre metidos en nuestra rutina cotidiana. Y mientras tanto nos perdemos todo lo demas... Hay veces que los árboles no te dejan ver el bosque, pero si lo encuentras, solo tienes que elegir cuál camino escoger, su nombre, DESTINO.
La verdadera riqueza es tener tiempo. El dinero que se gasta o pierde cabe la posibilidad de reponerlo pero las horas entregadas no admiten devolución. Por eso, el bien más preciado es nuestro propio tiempo.
La primera clave es plantearse una hoja de ruta, pues está claro que “no hay viento favorable para quien no sabe dónde va”, como decía Sèneca. El estilo de vida actual, la aceleración, la sensación de estar apagando fuegos continuamente y el no plantearnos el romper o cambiar esa dinámica nos conduce a una existencia en piloto automático, más cercana al sobrevivir que al vivir con mayúsculas, y llega un momento en que eso no es suficiente y puede desembocar en las famosas crisis existenciales de mediana edad. La solución es retomar la responsabilidad de nuestra propia vida, coger el timón y plantearnos seria y profundamente cómo queremos vivir y a qué horizontes queremos llegar para ajustar la brújula y las velas.
María del Mar
Jiménez
(socióloga,
hogarista y escritora)