Cuando un periodista le preguntó al
Dalái Lama qué le sorprende más, él respondió: “El hombre.
Porque vive como si no fuera a morir y muere como si no hubiera
vivido”.
Podemos vivir sin darnos cuenta de lo
importante o lo esencial, acaso culpabilizando a la sociedad, los
grupos de poder, la educación, la tecnología, Internet... y llegar
a la vejez enfadados, doloridos, rígidos, frustrados, quejosos.
Eso coexiste con la tendencia a buscar
el sentido de la vida, el crecimiento personal o la espiritualidad
mediante todo tipo de experiencias. Vivimos en una explosión de
ideas, conocimientos e informaciones, a menudo polarizados entre el
malestar y la satisfacción. Cada persona debe discernir el camino
más auténtico para ella.
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