Hay que observar las victorias pensando
en los perdedores, porque en ellos están las claves del
conocimiento. Quien gana no necesita moverse un ápice, pero quien
pierde, sí. Celebrar los goles, pero celebrar de una manera profunda
cada vez que el héroe cae, porque es ahí donde aprendemos a ser
algo más que estatuas, desde al anonimato. Los brazos abiertos, los
pequeños gestos cotidianos. Desde ser lo que somos, lo que sí
podemos ser, dando valor a las manos tendidas, a las sonrisas, a las
ojeras, a las estrías. Poniendo en cada cicatriz toda la potencia de
una vida vivida, de un cuerpo y un estar en el mundo que, en tanto
que vida, solo puede ser memorable.
Brigitte vasall