Acumular objetos que no necesitamos o
mantener relaciones que no nos llenan solo conduce a una cosa: el
vacío existencial.
Vivimos en una sociedad consumista
dominada por el materialismo y el supuesto progreso tecnológico que
concede excesiva importancia a lo exterior, a la apariencia , frente
a lo interior, lo profundo. Nos preocupa más tener que ser. Y ese
olvido de las raíces, de nuestra conexión sagrada con lo que nos
rodea, ha creado un vacío que tratamos de llenar con una multitud
de objetos en su mayor parte inútiles que nos mantienen alejados de
nuestra verdadera esencia humana.
Por eso se trata de reflexionar con
calma y sin ataduras sobre lo que queremos y no queremos: revisar
motivaciones, lazos emocionales con las personas, con los objetos y
con los rituales diarios; comprobar si son impuestos por la
costumbre, por el qué dirán, por automatismos... o si realmente
los saboreamos, si son rituales que nos hacen crecer interiormente,
relaciones verdaderas con nuestro entorno.
Una vez hemos identificado esas
prioridades, la pregunta es: ¿Qué aspectos de nuestras vidas están
conectados con esa lista? Es muy probable que muy pocas o ninguna de
las actividades que hacemos a diario, y a las que dedicamos grandes
dosis de tiempo y esfuerzo, estén relacionadas con aquello que
realmente nos interesa, nos mueve o nos emociona.
Hace falta determinación y un poco de
organización pero también ir con cuidado para no quedar atrapados
en una rigidez que nos esclavice más de lo que ya estábamos.
Jesús García Blanca.