Aunque todos nacemos
con esta emoción, nuestro día a día la va destruyendo. ¿Podemos
recuperarla? Si, es un músculo que puede entrenarse. No se trata de
estar siempre feliz, sino de alejar los boicoteadores de la alegría,
activar sus “disparadores” y estar abiertos a vivir las cosas que
realmente dan sentido a la vida.
El solo hecho de
poder estar aquí debería ser ya un motivo de alegría, aunque es
algo que solo acostumbramos a recordar después de los entierros.
Celebremos el regalo
de cada nuevo día, porque, como el bebé que estalla en carcajadas o
el cachorro que juega, cada instante es una oportunidad de entrenar
el músculo de la alegría, cada instante del mundo es la escuela
abierta de la alegría.
Francesc Miralles
(periodista y escritor)