Hay quienes ven la naturaleza como algo
ridículo y deforme y aun hay otros que ni siquiera la ven. Pero a
los ojos del hombre con imaginación, la naturaleza es la imaginación
misma. Pongamos un ejemplo de uno de los seres más prodigiosos de
la naturaleza, el árbol: “El árbol que hace llorar de gozo a
algunos no es, a los ojos de otros, más que un objeto verde que se
interpone en su camino”.
Al andar por las calles, unos se fijan
en los escaparates y otros admiran los automóviles.
Pocos contemplan
los árboles. Y sin embargo ¿no son un prodigio mucho mayor que
cualquier invención humana? Un árbol produce oxígeno, absorbe
dióxido de carbono, fija nitrógeno, destila agua, aprovecha la
energía solar de un modo mucho más eficiente que nuestras placas
fotovoltaicas, genera azúcares complejos, crea un microclima, se
convierte él solo en una escultura policroma y cambiante, produce
madera, nos da color mientra vive y nos da calor cuando se trasforma
en leña, cambia de tonalidad con las estaciones y se reproduce
solo... ¿No tiene inteligencia? Ninguna tecnología humana se acerca
de lejos a semejante suma de maravillas.
Jordi Pigem (Dr. en filosofía)