¿Alguna vez has estado tan absorto en
lo que estabas haciendo que has perdido por completo la noción del
tiempo? Puede que ni te dieras cuenta de si tenías hambre, te hacía
daño la espalda o tenías ganas de ir al lavabo...No importaba nada
más. Si alguna vez te has sentido así, has experimentado un estado
llamado “flujo”.
Este término, define un estado de
ensimismamiento y de concentración intensos en el momento presente.
En realidad, podemos fluir en casi todo lo que hacemos, por monótono
o aburrido que parezca: esperar el autobús, cambiar un pañal,
trabajar en una línea de montaje... Fluir hace que nos enfrasquemos
en la vida (en lugar de dejarnos alienar por ella), que disfrutemos
con las actividades (en lugar de encontrarlas aburridas), que
tengamos la sensación de control en lugar de sentirnos impotentes),
y nos hace sentir con un yo fuerte (en lugar de sentirnos indignos).
Todos estos factores llenan la vida de significado y le aportan
riqueza, intensidad... y felicidad.
¿Como se consigue? El secreto está en
la atención. Para fluir, tienes que dirigir toda tu atención a la
tarea que tienes entre manos. Si el
desafío es escaso, la atención se dispersa. Si el desafío es
excesivo y te pones tenso, tu atención se dirige hacia ti y tus
limitaciones y tomas conciencia de ti mismo.