Nos gusta contemplar la belleza del
firmamento o en las hojas temblorosas de las copas de los árboles
pero cuesta detenerse a contemplarla en le propio cuerpo, acaso
porque hay cosas en él, sensaciones o emociones, que no se desean ver
o afrontar.
Una mayor conexión con el cuerpo
enseña el camino para hacerlo y nos recuerda que la naturaleza
también late en nuestro interior.
El cuerpo es la naturaleza que tenemos
más a mano. Está ahí, cada minuto y cada segundo de nuestra vida,
ofreciéndonos su sabiduría e interiorizando incluso lo que la mente
no es capaz de comprender. Pero con frecuencia solo nos acordamos de
él cuando algo duele o una analítica dispara las alarmas.
Como en cualquier ecosistema todo en él
se halla en busca del equilibrio. No es necesario esperar a que que
tense para empezar a escucharlo y aprender de los mensajes. A todas
horas el cuerpo no dice qué le sienta bien y qué le sienta mal.
Prestarle atención es dar un primer paso para cuidarse y sentirse
mejor. También se puede dedicar un tiempo al día a habilitarlo
conscientemente y dejarse mecer por sus sensaciones, agradeciéndole su
labor y que por unos momentos nos permita dejar de hacer para
simplemente ser.
Mayra Paterson