Estar disponible y vivo significa fluir
con lo que viene. Esto nos lleva a tener otra percepción del tiempo,
a olvidarnos del yo y a experimentar una felicidad mucho más
profunda que la simple obtención del placer-como por ejemplo el que
brindan la comida o el sexo.
Para que podamos fluir es necesario que
haya un equilibrio entre nuestras habilidades y los desafíos a que
nos enfrentamos. Es decir, ni tareas demasiado fáciles, que llevan a
aburrimiento, ni tareas demasiado complicadas, que provocan estrés.
Si concentramos nuestra energía y
atención en planes y objetivos que elegimos y sentimos que vale la
pena realizar, llegaremos a disfrutar mucho más de cada momento con
lo que hacemos. Se trata, por tanto, de entrenarse a fluir no solo en
lo que nos gusta sino también en lo cotidiano y rutinario. “No
solo tienes que soportar lo que es necesario, sino que lo has de
amar”, manifestó Friedrich Nietzsche.
Cristina Martínez Gómez (psicóloga)