Estamos acostumbrados a la actividad
constante, olvidando que la vida precisa también de la quietud. Hay
día y noche, acción y reposo... Entre estos dos polos transcurre la
existencia. Cultivar la contemplación significa buscar la serenidad,
así como tender a una jerarquía de valores donde no prive lo
estrictamente materialista. También significa querer mirar las cosas
tal como son sin pensar para qué sirve o cómo pueden beneficiarnos.
Dicho en pocas palabras: preferir el ”Ser” al “tener”.
La contemplación es el primer paso
para adentrarse en los misterios del ser, pero también hacia una
forma de vivir más humana. No significa no hacer nada (podemos estar
quietos y angustiados) o tomarse las cosas a la ligera, sin
comprometerse. Se trata de ser sinceros con la vida y alejar el miedo
del corazón.
Podemos practicar la actitud
contemplativa observando la naturaleza y sus desconocidas maravillas,
el rostro de las personas, trabajando en lo nuestro pero con una
actitud más abierta y relajada, apreciando un obra de arte... No
desperdiciemos, en definitiva, las ocasiones que tenemos de mirar con
amor lo que nos rodea.