viernes, 7 de marzo de 2014

LOS LIMITES DE LA PRUDENCIA

Otra cara del miedo es la que nos lleva a vivir la vida con cierta prudencia. Temer algo o a alguien puede ayudarnos a sobrevivir en una situación de peligro o una experiencia estresante. A lo largo de la historia, el miedo ha sido un arma de defensa que ha permitido al ser humano desarrollar habilidades extraordinarias para adaptarse a entornos difíciles y salvaguardarse de los peligros y las incertidumbres, lo que ha contribuido a la supervivencia de la especie.

La experiencia nos enséña que la prudencia, la duda o el miedo no tienen por qué ser malas compañías; condición es que no nos paralicen o nos hagan sufrir demasiado.

En ocasiones es importante ser comedido y mantener cierto recelo a fin de poder ocuparse de lo que puede ser importante para nosotros en cada momento.

Cuando evitamos totamente aquello que tememos, tratando de borrarlo incluso del pensamiento, es cuando alimentamos el miedo y lo podemos convertir en un monstruo desmedido. El miedo no desaparece por el mero hecho de que no pensemos en él o procuremos distraernos con otra cosa. La evitación nos protege temporalmente de la angustia que sentimos, pero perpetúa a nuestro temor y afecta a la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Bet Font y Victor Amat