Todos hemos vivido o
viviremos la experiencia de la muerte de los demás, y nos conmociona
especialmente la de nuestros familiares y amigos.
El temor a la muerte es
innato en el hombre. Desde que comprendió que los demás son otro yo
y que todos pueden desaparecer, se despertó inmediatamente su
angustia ante este fenómeno brutal e incomprensible contra el que
está totalmente desprotegido.
La mejor estrategia que he
elegido para no sentir la angustia de la muerte es aumentar la
autoestima, el aprecio por mi vida y todo lo que comporta, como si su
completa apreciación fuera un mecanismo que permite llegar a aceptar
también la muerte.
Todo lo que sabemos nos
enseña que vivir es una oportunidad, a menudo a pesar de la
enfermedad y la minusvalía. Creyentes, agnósticos o ateos, lo
esencial es la vida que elegimos. Esta puede ser plena y gozosa si
respetamos a los demás, si somos altruistas, capaces de ayudar, de
comprender y de remediar el sufrimiento de los demás.
Creo que
sobreviviré un tiempo más o menos largo si mi recuerdo, mi
impronta, permanece en la mente de algunos. Debemos cultivar siempre
la alegría de vivir, apreciar el momento presente, no lamentar el
pasado, saber conservar la libertad interior.
En el torbellino de la
vida, reservarse un tiempo para uno mismo, para la reflexión o la
meditación, es indispensable.
Gilbert Lagrue. Su
testimonio forma parte de "Los secretos de los psicólogos"
editado por Christophe André