A veces se nos olvida que en este planeta solo somos unos huéspedes. En ese viaje podemos andar ligeros o dedicarnos a llenar la mochila. Cuando flaquean las fuerzas o el ánimo, toca rehacer el equipaje y plantearse a dónde nos gustaría llegar.
Qué necesitamos para vivir? La lista es interminable o ¡muy corta! El cuerpo ya va haciendo con oxígeno, agua, comida, descanso y un poco de estímulo sensorial.
Si no enferma, es un vehículo que nos lleva milagrosamente por esta existencia. Camina, carga, adopta expresiones, realiza trabajos de precisión, baila, nada o escala y es capaz de hazañas prodigiosas.
Para aligerar nuestra vida cuando esta nos oprime bajo su peso es útil comprender que nuestra existencia en este planeta, en esta realidad, es efímera e inmaterial. Nacemos y morimos, la prioridad es experimentar intensamente lo que hay entre medio. Cada ser humano tiene una forma única de vivirlo. Somos pasajeros de nuestro cuerpo, que nos puede llevar a disfrutar del propósito de nuestra vida mientras no lo dejemos aplastado bajo los deseos de otros y las inercias sociales. Tratémoslo bien y escuchemos sus señales; el cuerpo casi siempre nos avisa cuando estamos tomando la decisión equivocada.
Llegamos a la vida vulnerables y con los pies descalzos y así podemos continuar. Esto nos permite pisar suave y se expresará en todos los ámbitos de nuestra vida, desde cómo tratamos a los demás a qué hacemos con la basura de nuestra casa. Pasar por el planeta sin dejar huella, simplificando al máximo nuestra existencia, es además un buen propósito para el mundo actual pisoteado por botas de acero.