Escuchar a alguien con una atención sensible es regalarle apertura y delicadeza. Se trata de vaciarse de uno mismo para recibir al otro y hacer posible así un verdadero encuentro.
Hay un modo de escuchar que requiere más que oídos, que implica una entrega amorosa de la persona, poco frecuente en el mundo apresurado de hoy. Esta escucha no usa la atención para llegar a ningún veredicto sino para simplemente mantenerse presente frente al otro, emiténdole una callada señal de apoyo: "estoy aquí, ahora, contigo".
La capacidad de vaciarse y ofrecerse en blanco a los demás tal vez sea un don de las personas compasivas, que permiten que otros lleguen a su corazón. Pero también se puede practicar como una suerte de meditación: basta con dedicar una atención real y sostenida a aquellos a los que decidimos conceder tiempo y afecto, con asistir sin prejuicios a eso que dicen -y a eso otro que quizá no dicen pero que percibimos que quieren decir.
Un silencio valiente invita a decir, o al menos respeta el sentir del interlocutor. Tendido hacia él, es un regalo de respeto e interés. Pero además constituye un privilegio para quien va al encuentro del otro saliendo de su ensimismamiento para quien decide conocer algo distinto a sí mismo.
Yvette Moya-Angeler