“Quiso
encontrarse a sí mismo en sus amigos, y los amigos le dieron de
lado. Quiso encontrarse a sí mismo en su mujer, y su mujer lo
abandonó. Quiso encontrarse a sí mismo en su hijo, y su hijo se fue
de casa. Por fin, se miró dentro y se encontró a sí mismo, pero le
faltaban el hijo, la mujer y los amigos”.
Nos
obsesionamos por ser nosotros mismos, por ser independientes, porque
quizá nos han vendido la falsa idea de que para ser feliz hay que
ser autónomo, hay que ser uno mismo, hay que evitar depender de los
otros. Sin embargo no es así. El ser humano es dependiente lo quiera
o no, desde que nace hasta que muere necesita el cuidado y el apoyo
de los demás.
Quien
contempla su vida como un barco en alta mar que tiene que eliminar
peso (el peso de su dependencia) para no naufragar, seguramente
acabará ligero de equipaje, eso sí, pero solo, tristemente solo. Le
ocurrirá como al hombre que quiso encontrarse a sí mismo: al final
lo consiguió, pero cuando se miró adentro no se vio a sí mismo,
porque no se es uno mismo sin los demás.