Todo cambia
constantemente, por fuera y por dentro. El problema es que vivimos lo
que nos ocurre como si fuera permanentemente. Cuando te embarga la
tristeza, cuesta creer que la tempestad pronto amainará.
Y, a la
inversa, cuando tu cielo interior es radiante, esperas que se quede
así para siempre. Saber que todo es pasajero, también la soledad y
la tristeza, ayuda a vivir.