Todos llevamos dentro un tigre. Lo
podemos denominar rabia, ira, enfado... Es un tigre que salta cuando
menos lo esperamos. A menudo lo hace saltar otro tigre, con lo cual
en estas líneas tenemos que hablar de lo que nos da rabia y de la
rabia de los otros, porque las dos suelen estar interceptadas.
No se trata de buscar culpables, porque
entonces la ira crece como un fuego al que echamos leña.
Se trata de reconocerla, ya que en ese
instante empieza a calmarse. Tomamos conciencia de que es una emoción
transitoria, como todas, como todo; y desde nuestro centro, actuamos.
No desde la superficie. No entrando en el juego de lo que nos ha
dicho o hecho el otro. Nos han lanzado una pelota y nosotros podemos
agarrarla o no.
Gaspar Hernández