Existe un dolor más sutil, globalmente mas importante, que podríamos denominar dolor social: es una emoción que nos conecta con los otros, nos ayuda a sentir el sufrimiento de los demás y se comporta como una alarma social que nos alerta de injusticias, del sufrimiento colectivo, de peligros para la comunidad, de catástrofes para la humanidad.
Compartir el dolor ajeno ya es una forma de aliviar al otro. Pero, además, esa empatía nos impulsa a ayudar, a cooperar, a participar en causas colectivas y luchas sociales. En un mundo lleno de desequilibrios e injusticias, puede resultar tentador anestesiarse contra ese dolor social. Significativamente, a esa actitud la llamamos indolencia, queriendo significar que esas pesonas no les duele la comunidad.
El dolor forma parte, pues, de los lazos emocionales que nos hacen conscientes de nuestra implicación en la red de la vida y le confiere un sinificado más profundo.
Jesus García Blanca "Escritor e investigador, especialista en temas de salud, ecología y educación".