Los seres humanos nos sentimos vulnerables ante muchas circunstancias de nuestro día a día. Pero aceptar este sentimiento, en vez de rechazarlo, puede ofrecernos algunas ventajas: mayor sensatez ante los posibles peligros, mayor lucidez para conectar con el presente y mayor satisfacción al disfrutar de la esencia de la vida a pesar de nuestra fragilidad.
"Aunque nos haga sufrir,
la fragilidad
nos anima a
buscar nuestro
refugio particular
y a valorar lo que
de verdad nos
importa"
la fragilidad
nos anima a
buscar nuestro
refugio particular
y a valorar lo que
de verdad nos
importa"
Ser frágil es la posibilidad de venirse abajo cuando se sufren adversidades o pruebas difíciles; venirse abajo o, al menos, quedar marcado por las heridas, lisiado, renqueante, "magullado por la vida". Todos los seres vivos se caracterizan por su vulnerabilidad; es decir, etimológicamente, por su "capacidad" de ser heridos". En las definiciones de vida figura la noción de muerte; aquel que está vivo es aquel que puede morir.
Sin embargo, lo que nos hace frágiles puede enriquecernos; a partir de los estudios realizados en el campo de la psicología del apego, sabemos, por ejemplo, que aceptar el hecho de ser dependientes afectivamente de un número reducido de personas -nuestros allegados- nos va proporcionar, paradójicamente, un mayor sentimiento de libertad y autonomía frente a las existencia.
La fragilidad nos hace también lúcidos. Basta con abrir los ojos y ver a un niño dormir, a un amigo envejecer, sentir pasar el tiempo; y de pronto nos decimos, o, más bien, gritamos:"¡Se acabó comportarse como si mi vida fuera ilimitda! ¡No actuaré más como si fuera a disponer de otras existencias! ¡Ya no viviré como si fuera invulnerable y eterno!". De modo que la lucidez y la fragilidad nos impulsan a la sensatez. Es algo que explica magistralmente el filósofo Clément Rosset: "La alegría verdadera, en efecto no consiste más que en una visión lúcida, pero asumida, de la condición humana; la tristeza es esa misma visión, pero consternada".
¿Qué podemos hacer aparte de comprender y aceptar nuesta vulnerabilidad, aparte de aceptar que nos faltan fuerzas, que estamos hechos de debilidades? Si aceptamos y acogemos nuestra fragilidad, podemos evitar embarcarnos en vanos combates y reservarnos así para los que son necesarios. Aceptándola, comprendemos que habitualmente tenemos necesidad de hallar refugio en otra parte: retirándonos a un ámbito tranquilo, meditando, rompiendo con el mundo de vez en cuando y preguntándonos qué nos gusta en realidad, qué queremos hacer de verdad con nuestra vida. De ahí el enriquecimiento de quien lo ha comprendido y lo ha puesto en práctica: nuesta fragilidad nos fuerza -o, mejor dicho, nos ayuda- a permanecer cerca de lo esencial.
Christophe André -su último libro es "Los estados de ánimo. El aprendizaje de la serenidad"