viernes, 6 de diciembre de 2013

CASTIGO INÚTIL

El profesor mandó abrir los libros por la página, pero observó que Manuel no lo hacía.
- ¿Por qué no sacas el libro y lo abres por la página indicada?, le dice en tono severo.
-Me lo he dejado en casa, se disculpa con una mezcla de temor y educación de adolescente. El profesor se lo queda mirando un momento mientras piensa qué decir. Por fin, se pone en pie y le ordena que haga allí, en medio de la clase, delante de todos, tres flexiones. Manuel, atónito, no sabe qué hacer. Tiene los ojos de sus compañeros sobre él. Titubea un momento, está a punto de negarse y enfrentarse temerariamente a la autoridad del profesor. Pero es lunes por la mañana y no quiere complicarse la semana, así que se estira en el suelo y hace una y dos y tres flexiones. Ligeramente sofocado, más por lo inusitado de la situación que por el esfuerzo fisico, y todavía con un brillo de desconcierto en sus ojos, se sienta en su sitio. Entonces el profesor le vuelve a preguntar.

-Ahora, Manuel, ¿ya tienes el libro?. A lo que el alumno, totalmente confundido, responde:
-No, no lo tengo.
-¿No?, el profesor simula sorpresa, y concluye dirigiéndose a todos:
-Eso significa que los castigos no sirven para nada. Y comienza a impartir la clase.

El profesor quiso dar una lección a sus alumnos: castigar por castigar no tiene sentido. Pero también nos la quiso dar a nosotros: repetir acciones inútiles no sólo es inútil, sino que se puede convertir en un hábito peligroso que nos hace dar vueltas y vueltas sin llegar a ningún fin. Si lo que hacemos no comporta los resultados que esperamos, miremos si lo hacemos mal o cambiemos de estrategia.