domingo, 27 de octubre de 2013

EL DINERO Y LA MATERIA

 Los aspectos materiales de la vida son los que frecuentemente la hacen más pesada, los que esclavizan más, sea en forma de hipoteca o en las necesidades del consumo. Muchas personas  cargan con bienes de todo tipo y, sobre todo, con la necesidad de mostrarlos y el miedo a perderlos. Llevar a la espalda un saco y aferrarse a él en la vejez es un tema clásico: soy lo que he conseguido acumular. Sabemos que el cementerio es el campo de la igualdad y aun en él intentamos distinguirnos...
Vivir así es vivir de alguna manera fuera de la física de la materia, tal como hoy se
conoce. Lo que parece sólido, dicen, no son más que un conjunto de átomos que se mantienen cerca con una estructura determinada durante cierto tiempo. Esa es la mecánica de nuestra vida. Lo importante son las vivencias que tenemos en una casa, no si esa casa es de propiedad o alquilada. Lo único nuestro y que nadie nos puede quitar son las experiencias vividas bajo ese techo, lo compartido allí. Los ladrillos fueron de alguien antes y serán de otra persona después. Quienes habiten ese espacio lo decorarán de un modo dispar y llevarán un estilo de vida único. Por eso, si las piedras hablaran mostrarían ante todo lo maravilloso y sencillo de la vida.
Cuesta admitir socialmente que la riqueza está hecha de materia tan ligera como las experiencias, aunque en su fuero interno todo el mundo lo presienta o lo sepa. Sin embargo, adoptar ese criterio de riqueza tiene muchas ventajas. Incluso permite tratar la riqueza material de otra manera: efímera como la propia vida. Permite dar valor a algo tan inmaterial y volátil como el amor, capaz de dar un vuelco a vidas que parecen totalmente asentadas. Las deudas pesan. Por eso cancelarlas y evitarlas en el futuro debería constituir una prioridad, no una esclavitud. Si se tienen, conviene elaborar una lista y establecer un plan con las posibilidades reales para asumirlas, contando con que difícilmente se resolverán en poco tiempo. Si eso se revela imposible hay que visualizar un nuevo escenario, por catastrófica que sea la situación, y empezar a vivir con un nuevo guión. De hecho, mientras estamos vivos nada ha concluido, incluso la ruina puede ser otro motor de evolución. En ocasiones no tener nada que perder es una oportunidad para simplificar la vida y ser libres.