lunes, 10 de septiembre de 2012

LA MOCHILA DE ELSA

Cada niño y cada adulto deberían celebrar la
magia de nacer y de ser únicos, de poder hacer tanto
bien o tanto mal. Celebrar los misterios de la física
cuántica y de las partículas que se comunican
fantasmagóricamente. Celebrar la magia de despertar
cada mañana en un minúsculo planeta cubierto por un
manto de vida verde que cruza el espacio a doscientos
cincuenta kilómetros por segundo, y también la magia
de que a su vida puedan llegar otros seres que de
repente lo comprendan y le amen. Celebrar que haya
flores y frutas para saciar su hambre, y agua para
apagar su sed. Celebrar que escrutemos impacientes el
universo con inmensos telescopios buscando más vida,
que nos preguntemos incesantemente qué nos espera
después de la muerte, que inventamos canciones y
enlazamos palabras hasta crear poemas.
¿Hay mayor magia que todo lo que nos rodea a
diario?
Si lográsemos vivir y educar a nuestros hijos con
los ojos abiertos a la realidad misteriosa y palpitante, si
supiésemos transmitirles el regalo que supone estar
inmersos en tanta belleza y tanto misterio, no nos haría
falta acumular todo lo inexplicable del mundo en
supersticiones y respuestas cerradas que niegan la
magia que nos rodea. No necesitaríamos infinitas
distracciones y una exagerada acumulación de bienes,
imágenes y sensaciones para disfrutar de la abundancia
de la vida. Si fuésemos justos y observadores,
sabríamos sin dudarlo que la verdadera magia se
esconde en este universo deslumbrante que poco a
poco estamos logrando descifrar.
Elsa Punset (Una mochila para el universo)