
No intentemos, pues , desterrar la vergüenza del registro de nuestros estados de ánimo. No tengamos miedo a sentirla: puede ayudarnos a ver hasta dónde no debemos llegar. Solamente debemos intentar no dejarnos dominar por ella. No permitamos que nos aísle: cuando suframos por su causa, confiémoslo a nuestros allegados, sin desvalorizarnos. Y, sobre todo, intentemos no infligírsela a los demás, humillándolos: una vergüenza manipulada así y no autoproducida no conduce a un deseo de cambio personal sino a uno de venganza. El filósofo Nietzsche lo expresó perfectamente el La gaya ciencia:
-¿A quién llamas malo?
-Al que siempre quiere avergonzar.
-¿Qué consideras más humano?
-Evitarle la vergüenza a alguien.
-¿Cúal es el signo de que se ha conquistado la libertad?
-No avergonzarse ya de uno mismo.
Simplemente, sentirse un poco incómodo de vez en cuando es más que suficiente.
Christophe André. Su último libro (Los estados de ánimo. El aprendizaje de la serenidad)