miércoles, 1 de junio de 2011

EL CASO DE TINHO Y LAS BRIZNAS DE HIERBA

Después de un acontecimiento traumático, es posible construir una historia con un valor simbólico que permita recuperar la confianza en uno mismo y en la capacidad para ser feliz. Esto es lo que le sucedió al pequeño Tinho Banda durante la guerra civil de su país, Mozambique.
Cuando Tinho Banda, de siete años, vio que los rebeldes de Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña) volvían a su pueblo, no tuvo mucho miedo. No obstante el día anterior habían matado a hachazos a su madre y al bebé que llevaba a la espalda. Se escondió tranquilamente debajo de un mueble, colocó delante de él un cogín, y se concentró pacientemente en no moverse y en no respirar apenas. Una vez que los asesinos se hubieron marchado, el niño se dirigió a pie a una zona cercana a Petauke, en un campamento situado al este de Zambia. Contó sencillamente cómo había logrado escapar de la masacre y en dos ocasiones, una detrás de otra, oyó explicar a un adulto: "Menos mal que no estornudó, le habrían masacrado". Esta frase, pronunciada por encima de él entre adultos, significaba en la mente del chiquillo que su vida o su muerte dependieron de un comportamiento que habría podido escapar a su control.
Esta pasividad le disgustaba sin que supiera por qué. Cuando rememoraba la escena en la que estaba escondido y la asociaba con la frase de los adultos, experimentaba una especie de irritación. Lo que le angustiaba era la frase que indicaba un destino de persona sometida: "¡Una fuerza puede imponerse a mí y obligarme a expresar algo que me condene!".

El simple hecho de considerar su porvenir a la luz de esta amenaza agazapada en el fondo se sí mismo le inquitaba mucho. Un día en el que se aburría en el campo, lo que era frecuente, cogió una hierba seca y la introdujo en su nariz para provocarse el estornudo. Los adultos tenia razón: el hecho de no ser dueño del propio cuerpo podía amenazar su vida. Entonces se entrenó. Después de algunas tentativas, consiguió meterse hierbas en la nariz, sangrar un poco, llorar mucho, pero no estornudar en absoluto. Los adultos pensaban que el muchacho estaba transtornado, pero, después de lo que había vivido, se lo perdonaban. Y en cuanto a Tinho, este sainete cien veces repetido le permitía decirse:"Soy más fuerte que las agresiones que me inflijo en la nariz. Soy dueño de mi cuerpo. Lo único que tengo que hacer es entrenarme para resitir el dolor y la necesidad de estornudar. Sé lo que hay que hacer para no volver a tener miedo. Puedo pensar en mi porvenir. Decido que la felididad es posible".
La ordalía íntima de la hierba en la nariz permitía a Tinho decirse a sí mismo que, gracias a este procedimiento, habia conquistado el derecho a vivir, aunque los asesinos decidieran otra cosa.
La expectativa de la desgracia es ya un desgracia, pero Tinho, gracias a su sainete ordálico, tenía expectativas de felicidad: "hoy estoy solo, soy pequeño y desgraciado, pero acabo de obtener la prueba de que un día será posible la felicidad, si realmente la quiero".
El argumento de la hierba en la nariz simboliza el medio para salir airoso de aquel trance, el método que era preciso poner en práctica para dejar de ser sumiso, para no volver a verse zarandeado por las agresiones de la vida. A partir de aquel momento, Tinho sabía cómo afrontar los problemas que pudiesen surgirle.
"Aunque me agredan y sufra, nada me impedirá realizar mis sueños".
Boris Cyrulnik