miércoles, 13 de junio de 2012

VIDA SERENA

Detengámonos. Dejemos de reflexionar, de actuar, de querer. Dejemos de hacer cosas, con nuestro cuerpo, con nuestro cerebro, con nuestra voluntad. Siempre estamos haciendo. Saltamos de una acción a la siguiente; de una intención de acción a un recuerdo de acción. Estamos aprisionados en el hacer. En nuestras vidas hay demasiados días en los que hemos hecho un montón de cosas, pensado en un montón de cosas. Pero, en esos días, realmente no hemos vivido, ni existido, ni siquiera hemos sentido que existíamos. Días de autómatas. Vidas de autómatas... ¿Como podemos afrontar esta situación?
Necesitamos intensificar nuestra presencia en los instantes favorables. Habitémoslos con la conciencia. Detengámonos para sentir. Allá donde estemos en ese momento y no solamente en condiciones privilegiadas. Habitemos de forma diferente nuestra vida cotidiana. Todos esos momentos de espera en los supermercados, los bancos, las oficinas de correos, los peajes de autopista... En lugar de esperar, sintamos. Simplemente estemos ahí, conscientes. Tomemos conciencia de que estamos vivos.
Sin embargo, detenerse, abandonarse y no hacer nada es ciertamente difícil. Parece sencillo, pero no lo es en absoluto. Podríamos fácilmente morir sin haber vivido, tras haber invertido toda nuestra existencia en hacer las "cosas que hay que hacer". Por eso tenemos la necesidad de detenernos, de no actuar.
Vivir con serenidad es un aprendizaje diario. Detener la acción y sentir; adoptar una posición de observación, sin juicio ni codicia; y apreciar la realidad tal como es son las tres claves para hacer de la serenidad nuestro estado habitual.
Christophe André